Capitulo 1


Me llamo Sam, Sam Sturman. Y esta es mi historia.

Todo empezó en el momento en que mi primer día de instituto me llevó a conocer a la chica más bella, simpática, divertida, atractiva, cariñosa, amable e inteligente que podáis imaginar (y aún me he quedado corto). Tenía el pelo castaño, largo y ondulado cayéndole por encima de los hombros. Ojos marrones de preciosa mirada, nariz pequeña y labios más finos que gruesos. La primera vez que la vi iba vestida con unos pantalones de pana azul oscuro y un jersey del mismo color. Todo aquello, sumado a que se sentó al lado mío (dado que era el único sitio libre en toda la clase) y oír su dulce voz al presentarse, dirigiéndose a mí (no podía ser, ¡hasta su voz era perfecta!)..., fue demasiado. Tanto, que fue decir mi nombre y desplomarme sobre mi pupitre. Lo sé, tengo ciertos problemas en lo que a habilidades sociales se refiere. Y además, tenía sólo once años.

Total, que resulta que Remy (que era como se llamaba la chica) y yo estuvimos varios días sentándonos juntos, e incluso a veces uno de los dos acompañaba al otro hasta su casa, nos quedábamos charlando en el parque al lado del instituto... Prácticamente de la noche a la mañana, los dos nos habíamos hecho casi inseparables.

En realidad, he omitido parte de las historia. No nos hicimos amigos así como así. Era un día como otro cualquiera, y yo llevaba semanas intentando que Remy se fijara en mí.

Pues resulta que ese día en el instituto vi que unos chicos, varios años mayores, se estaban metiendo con ella. Le cogían la mochila, le sacaban las cosas... Sin pensarlo, fui hacia ellos y les dije:

- Dejadla en paz, chicos.
- Perdona, ¿qué has dicho, crío?
- Ya me habéis oído. Dejadla en paz. Ahora.
- Vaya, vaya, así que con exigencias, ¿eh? Está bien. Brian, Mike, ayudadme con el chaval.
- ¡Esperad, no...!

Pero no me escucharon. Entre todos me cogieron y me llevaron corriendo hacia el exterior. Ni siquiera había ningún profesor, ¿cómo es que no había ningún profesor? Me llevaron a un lago enfrente del instituto y me tiraron allí, con toda la ropa y mi mochila, todos los libros...

Si queréis haceros una ligera idea del frío que pasé pensad en el agua más fría con la que os hayáis duchado, o en la que os hayáis bañado, y sabréis entonces lo que es un lago canadiense en octubre.

Estaba convencido de que iba a palmarla por hipotermia, y empecé a nadar lo más rápido que pude, pero la mochila y toda la ropa me empujaban hacia el fondo, sumergiéndome cada vez más. 

De repente, cuando estaba a punto de perder el conocimiento, vi una figura tirándose al lago y buceando hacia mí. Luego, todo se hizo negro.

Lo siguiente que recuerdo es estar tumbado en el suelo, a un par de metros del lago, congelándome y tosiendo agua sin parar. Ah, sí. Y Remy estaba allí. 

- Vaya, Remy, no...-todavía me costaba respirar, y no digamos hablar-. No sabes cuánto te lo agradezco. Si no llegas a aparecer, yo...
- No te preocupes, seguro que tú habrías hecho lo mismo. Aunque he de reconocer que ha faltado poco, unos minutos más y no habría podido sacarte. 
- Bueno, siempre podría haber vuelto como fantasma y vengarme de ellos.

Remy rió. A pesar de haber estado al borde la muerte, la verdad es que no habría cambiado aquel momento por nada.

- Has sido muy valiente, lo que has hecho hoy... es mucho más de lo que cualquier otro se habría atrevido a hacer.
- Bueno, yo...
- Creo que será mejor que nos vayamos a un lugar cubierto, y te cambies pronto de ropa.
- Ehm... Sí, claro. No podría estar más de acuerdo. Ah, por cierto, Remy, ¿te gustaría... que quedásemos algún día de estos? Ya sabes, para ir al cine o algo de eso.
- Claro.

Desde luego, hay que ver lo que tiene que pasar un chico como yo para que se fije en él una chica. Si hasta juraría que llegué a ver la luz esa...

Pero resultó que Remy me veía única y exclusivamente como su mejor amigo. No es que estuviera mal para los primeros días (por algo se empieza, ¿no?). Pero con el paso del tiempo me fui dando cuenta de que ella jamás querría pasar de ahí. Y durante cinco años, nada más y nada menos, estuve enamorado de ella. Y encima oyéndole decir lo mono que era nosequién...

Pero no quería estropear aquella amistad. Prefería tenerla como amiga, mientras ella estuviese a mi lado. No me arriesgaría a perderla por algo con lo que ni siquiera tenía ni una oportunidad.

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